lunes, 10 de diciembre de 2012


El camino al infierno

Por: Ronald Mendoza

Circunstancialmente, esta mañana, tras volver el rostro hacia la ventanilla del bus en el que me conducía y mientras mis cavilaciones me consumían como cada día, pude percatarme ligeramente de algo que me llevó a otras consideraciones.
Era un mensaje firmado así: Acción MOB.
Mis eternas inquietudes no me dieron chance a obviar, más que el mensaje, el remitente; quería saber qué era Acción MOB.
Horas después, tras indagar, me percaté que dicha iniciativa no es tan nueva como me pareció e incluso, según la información que leí, han estado promoviendo desde hace algún tiempo una serie de “acciones positivas”.
Según se define este grupo, pretenden “generar un movimiento de acciones positivas hechas por los guatemaltecos para provocar una tendencia de buenas actitudes a Nivel Nacional”, aseguran ellos.
Dentro de este contexto, la Acción MOB (como le denominan ellos a sus citas de buenas actitudes) de hace algunos días fue “agradecer a los pilotos de buses por mover a Guatemala”.
En otras ocasiones han impulsado misivas como: “llama a alguien que no has visto por mucho tiempo”, “luce tus calcetines, dona tus zapatos a alguien que no tiene”, “dale un abrazo a alguien”, “que al mundo se le antoje venir a comer a Guatemala”, entre muchas más.
De esta manera y saciadas mis dudas, junto a un sentimiento de incertidumbre, no por las pretensiones de quienes fomentan esta iniciativa o de quienes la apoyan, sino más bien por lo superficial e ingenuo en buena medida que podría ser un impulso como este, la congoja de nuevo se me insertó en la piel y me llevó a concluir: cuánto más necesitamos ver o esperar para tomar acciones de verdad.
No es un secreto, pero cierto grado de credulidad dogmática opaca la verdad de que una sociedad per se no ostenta su soberanía sino hasta que cada uno de sus individuos se vuelve un sujeto y un elemento dinámico de toda la superestructura que la rige.
Así, en un Estado donde sus ciudadanos viven al margen de la vida política, la soberanía de la sociedad solo es un absurdo de demagogias y una falsa organización donde la cohesión es innecesaria, pues las leyes y las instituciones se erigen por encima del hombre y no éste por encima de las instituciones; entonces ¿Qué sociedad pretendemos?
Digo esto porque por bien intencionado que sea el agradecimiento a los pilotos de buses, nada de ello logrará salvar las precariedades que estos trabajadores ostentan y la forma cuasicanibalista en la que deben ganarse sus exiguos o copiosos ingresos, según sea el caso, ni los males que se engendran a partir de un sistema de transporte público donde no existe ni el más mínimo control, solo el ambicioso deseo de lucro.
Porqué no podemos poner orden en el sistema público de transporte, porqué no es posible un salario digno para los pilotos en lugar de dejar que estos hagan su cuota diaria, originando con ello luchas por el pasaje que en no pocas ocasiones han terminado en tragedias. Porqué, si el negocio no deja de ser redondo. A ver… porqué.
Para todo lo anterior no basta un agradecimiento, se necesita más, se necesita que nuestros convencidos y responsables ciudadanos, mas que pintar en el vidrio de sus vehículos, tomen el Estado y sus instituciones a través de una vida política más activa, una vida donde la cohesión y el bienestar de toda la sociedad sea más que un discurso y dónde seamos nosotros entonces quienes hagamos la leyes, las instituciones y la vida en sociedad.
Ya no vemos partidos políticos, solo máquinas electorales y personas que cambian “votos” por puestos, “voluntades” por dinero; podrán ser muchos los orígenes de estos males, pero la solución urge la intervención de cada uno, una intervención potencialmente activa a través de nuevas organizaciones en el marco de las reglas que rigen hasta hoy este juego y que han hecho del gran Estado, el mecanismo para que los corruptos hagan el robo perfecto.
Con todo, sería interesante ver a quienes apoyan y promueven Acción MOB o cualquier otra iniciativa que se le parezca o que pretenda la caridad, tomar al toro por los cuernos y aventurarse en la comprometida tarea de erigir un Estado integro, con instituciones eficientes y una sociedad que gobierne bajo el pleno goce de su soberanía, una labor que exige algo más que bien intencionados propósitos y que será mejor que un agradecimiento o que quitarse los zapatos para otorgárselos a otro ser humano. Esto podrá ser altruismo, pero una sociedad justa persigue algo más, persigue justicia y la justicia no podrá existir mientras abunden ciudadanos con míseras posibilidades de saciar sus necesidades más básicas.
Recordemos que en no pocas ocasiones, con buenas intenciones, hemos edificado el camino al infierno.
¿A dónde queremos llegar?

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